EL CUIDADO Y LA REVOLUCIÓN DE LA TERNURA.

 EL CUIDADO Y LA REVOLUCIÓN DE LA TERNURA:


.1. Es para mí un placer hablar del cuidado y la ternura con todos vosotros, admiro vuestra profesión o voluntariado porque, en esencia somos cuidado, lo que da sentido y significado a nuestra existencia en este mundo en el que estamos insertos, no podemos concebirnos fuera de él, lo que, según Heidegger, el filósofo por excelencia del cuidado, implica desvelo por las cosas y los otros.

.2. En origen “somos polvo de estrellas” (Carl Sagan). El C y N de mis proteínas, el Fe de mi sangre y el P, Ca y Mg de mis huesos fueron fabricados por energía nuclear de fusión en una supernova que hace muchísimo (10 mil, millones años) explotó lanzándolos al espacio y dando origen a nuestro Sistema Solar y a la Tierra (4 mil millones). 


.3. Con esta mater-ia, etimológicamente, madre de todo y también de la vida que a base de la complejización y autoorganización de las moléculas compuestas por esos átomos, dio origen a los primeros seres vivos que, evolucionando durante cientos de millones de años, de la desmesura y agresividad de los dinosaurios, surgió la gran revolución de la ternura en los cuidados maternales de los mamíferos y de las aves, podríamos decir hace tan sólo unos años (40 millones).

.4. Ternura que hizo posible la aparición de los homínidos naciendo prematuramente con el cerebro inacabado, principalmente el homo que tuvo que compatibilizar su gran encefalización con el estrechamiento del canal del parto por el bipedismo. El bebé humano es el ser más desvalido, inmaduro e indigente imaginable que depende de sus padres durante un tiempo inmensamente superior al de cualquier otro animal.

.5. Si nos preguntamos: ¿En qué momento la materia, replegándose sobre sí misma, logra reconocerse en su reflexión, pensarse y tener conciencia para disfrutar la vida? Es decir, ¿cuál fue el primer signo de civilización?. La antropóloga Margaret Mead nos respondería: un fémur fracturado, que se ha curado. Esa es la prueba de que alguien se ha tomado su tiempo para quedarse con la persona accidentada, le ha vendado la herida, la ha llevado a un lugar seguro y la ha ayudado a recuperarse. Un animal se rompe una pierna y muere o es devorado por otros. Amparar y cuidar a alguien cuando tiene dificultades es el comienzo de la civilización.

.6. Los científicos sugieren que el cuidado se generalizó abarcando: a individuos enfermos para suprimir la expansión de enfermedades a medida que la complejidad social aumentaba, a las personas mayores para conocer dónde encontrar los recursos cuando escaseaban y a las tribus vecinas (su despensa) compartiendo con ellas las sobras de su caza pues no tenían medios para conservarlas. Es más, el lenguaje que caracteriza al hombre surgió en el interior de este dinamismo social de cooperación compartiendo. Arsuaga el paleoantropólogo de Atapuerca, observando este espíritu de reconocimiento del otro como un ser especial, que había que mantener vivo, dijo que «El Paleolítico fue la Edad de Oro de la especie humana». Somos seres sociales, obligados a convivir y el cuidado su fundamento.

. 7. En el neolítico, hace menos de 10.000 años, (anteayer), con los asentamientos por el descubrimiento de la agricultura y ganadería abandonando el nomadismo, el territorio es transformado para alimentar a la población allí asentada así, mientras la naturaleza tiende a la biodiversidad conviviendo multitud de especies, nosotros al monocultivo de legumbres o cereales que se puedan almacenar apareciendo los contenedores con el excedente acumulado pertenecientes a un dueño, emergiendo el acaparamiento, la estratificación social, la jerarquía, y por tanto el sometimiento, violencia, lucha por el control, en una palabra: el des-cuido que nos llevó a la desconexión con los demás y con el entorno.

.8. Pero permanecieron las reminiscencias del inconsciente colectivo en nuestra inteligencia emocional-cordial, de dónde derivan las imágenes de los mitos, los dioses, fuentes de sentido a la supervivencia e inspiraciones movilizadoras para el comportamiento humano, como la fabula- mito el cuidado, de Higinio (64 a.C, 10 d.C), esclavo egipcio de Augusto que después liberó y nombró director de la Biblioteca Palatina en Roma y autor culto y refinado de 220 Fábulas o Genealogías, profe de Virgilio y Ovidio amigo: “Cierto día, al atravesar un río, Cuidado vio un montículo de barro. Tomó un poco y comenzó a darle forma. Mientras contemplaba lo que había hecho, apareció Júpiter. Cuidado le pidió que le infundiera espíritu a su obra, lo que Júpiter hizo de buen grado. Sin embargo, cuando Cuidado quiso darle un nombre, Júpiter se lo prohibió. Exigió que le fuera impuesto su nombre. Mientras discutían, apareció, de improviso, la Tierra. Ella quiso también dar su nombre a la criatura pues había sido hecha de barro. Se originó, entonces, una discusión generalizada. De común acuerdo, pidieron a Saturno que actuase como árbitro quien tomó la siguiente decisión, que pareció justa: ‘Tú, Júpiter, que le diste el espíritu, lo recibirás de vuelta cuando esa criatura muera. Tú, Tierra, que le diste el cuerpo, lo recibirás de vuelta cuando esa criatura muera. Pero tú, Cuidado, que fuiste el que la modeló, le prodigarás tus cuidados mientras viva. Y con respecto al nombre, decido: esta criatura será llamada Hombre, es decir, ser hecho de humus, que significa ‘tierra fértil’. 

9. En donde Saturno no es el de Goya o el del corrillo devorándose a su hijo, sino el dios sabio y justo, símbolo del tiempo y la utopía, relacionado con las mayores fiestas romanas, las Saturnalia, semejantes a un verdadero carnaval donde todo se detenía y se invertían los roles: los esclavos se vestían de señores y éstos servían a sus esclavos. El mito de la Edad de Oro y del paraíso perdido, ideal de la humanidad socialmente integrada. Y, también, donde el CUIDADO no es dios, sino un modo-de-ser fundamental y singular del hombre y la mujer, la “Personificación” de lo que somos pues sin cuidado dejamos de ser humanos.

.10. En la actualidad la violencia, el abandono, el descuido y pérdida de conexión del neolítico están alcanzando niveles insalvables alentados por el consumismo y el desarrollismo, comportándonos como meros observadores ante el deterioro que nosotros mismos hemos infligido a nuestro planeta, de espaldas a esa relación de veneración y de temor, que siempre existió, hacia la Madre Tierra, Gaia, que hoy en día la ciencia ve como un superorganismo vivo, organizado y con un equilibrio sutil, siempre frágil pero siempre restableciéndose, capaz de llevarnos por delante y de destruirnos.



.11. A la vez que nuestra sociedad de la técnica y de la comunicación está creando más incomunicación y soledad. Se puede comprar, viajar, trabajar, ligar… sin hablar con nadie, todo online, haciendo del mundo virtual, la antirrealidad, nuestro nuevo hábitat con ausencia total de toque, con-tacto, cuando nuestro sentido existencial se encuentra en poner cuidado y cariño en todo lo que proyectamos, puesto de manifiesto, reducido sí y casi ridiculizado en el juego electrónico japonés del tamagochi a finales del s. pasado. Quizás recordéis aquel animalito que comía, dormía, crecía, lloraba, se ponía enfermo y podía morirse según el cuidado que le ofreciera su dueño. Bien patente nos dejó que, a pesar de la deshumanización, la esencia no la habíamos perdido.

.12. Surge, por tanto, una necesidad perentoria de profundizar en la filosofía del Cuidado y la ternura más allá del ecologismo tan vital y de actualidad en nuestros días con el cambio climático y consecuencias de la guerra, debemos también tomar consciencia de la otra cara, el cuidar de sí y del otro, de la importancia de la armonía e intimidad con las personas, sintiéndolas, acogiéndolas, respetándolas con cariño, dejándose tocar por la hª de su vida y percatándonos de que, más que un simple acto de atención, celo o desvelo, es un modo-de-ser, fuente de sentido que atraviesa toda la existencia humana, en su origen más primitivo, el de una actitud que reconoce al otro como un ser especial, único, sobre todo si pertenece a las mayorías empobrecidas, excluidas, niños, viejos, moribundos y castigados por la vida. Establezcamos relaciones de amistad, desvelo, celo, atención, buen trato, en las que la persona sale de sí y se concentra en el otro como un proyecto de libertad que lo instaura en el más alto valor de la vida e inspirador de la creatividad, recto actuar y bienestar. Un modo-de-estar-en-el-mundo en el que la persona humana se construye y se realiza.

.13. Recordando aquella 1ª revolución de la ternura protagonizada por los mamíferos y las aves (hace 40 millones de años) que permitió la vida del indefenso y prematuro bebé humano, siento ahora que nos vendría genial una 2ª que genere un nuevo ethos, la madriguera humana con sus valores, actitudes, su cultura del cuidado, de re-unión, de generosidad y paz con la Tierra, la vida y con el destino de las personas. Una nueva dimensión de delicadeza espiritual (esprít de finesse) que subyace en todas las religiones, que religa, integra y cultiva la lógica del corazón con todo lo que existe y vive. Dimensión de lo femenino en el hombre y en la mujer, la ternura vital y compasión radical que propicia la manifestación de las diferencias, no entendidas como desigualdades sino como riqueza de la única y compleja naturaleza humana. Dimensión que predispone a la cortesía de la delicadeza, a la hospitalidad de la ternura y al vínculo de la caricia, de la mano que no agarra, sujeta, atrapa o posee, sino que arrulla, sosiega, tranquiliza, acuna y trae confianza, afecto, cordialidad, amabilidad un nuevo concepto del amor y la libertad que, en el fondo, es lo que más satisfacción, agrado, placer y bienestar nos reporta. Lo esencial es invisible a los ojos, no se ve sino con el corazón, decía el Principito.

.14. Por último, si quiero cuidar a otros he de cuidarme a mí mismo porque nadie puede dar lo que no tiene, tratarme con respeto (como a nuestro mejor amigo), envolverme con palabras amables, cálidas, dulces, abrazar mi historia y vulnerabilidad relativizando mis errores y focalizando en lo que hago y me sale bien, cuidarme desde la conciencia corporal que me permite parar y en la quietud, sentir la armonía sosegada conmigo mismo, mi entorno y los demás. Vale la pena vivir la vida con cuidado y ternura que según el mito, fue lo que dio forma a nuestro ser.

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